jueves, 30 de diciembre de 2010

Uno de cubanos

Un cubano, que fue en vida muy bueno, al morir, como era de esperar, fue al Cielo. Llevaba más de mil años disfrutando de la eternidad cuando un buen día le dijo a Dios:
“Dios mío, quisiera que me permitieras conocer el Infierno por una noche, para saber cómo es ese lugar”.
Dios, en su infinita bondad, le dijo: “Si es tu voluntad, que así sea”.
Nuestro buen hombre se fue esa noche al Infierno. Bajó hacia su entrada por unas escaleras de mármol blanquísimo. Vio por doquier luces de neón y una puerta se abrió de manera espectacular, dando paso a un Edén surcado por ríos de ron, whiskey, champagne, y atestado de las mujeres más hermosas que jamás hubiese visto, todas desnudas llamándolo, bebió a lo bestia, comió cuanto quiso y folló sin parar; en fin, pasó la mejor noche de su vida y regresó de madrugada al Cielo.
A la mañana siguiente, habló con Dios y le manifestó su deseo de mudarse definitivamente al Infierno. Dios en su infinita misericordia, nuevamente, Aceptó.
Arreglados sus asuntos burocráticos de empadronamiento celestial, a la semana estaba camino del Infierno.
Bajó las mismas escaleras y se abrió nuevamente la puerta, pero esta vez cayó en una gigantesca olla llena de azufre.
Se hundió en ella mientras el Diablo lo punzaba con su tridente y otro demonio trataba de meterle un consolador con pinchos por el culo.. Con mucho esfuerzo, logró sujetarse al borde, sacó la cabeza y dijo al Diablo, que reposaba sentado en su trono:
'Señor de las tinieblas, ¿qué es esto? Yo estuve aquí la semana pasada y todo era maravilloso..'
Y el Diablo respondió: “Tú, como cubano que eres, ya deberías saber, que una cosa es ser turista y otra residente”.

Un cachondo de Cádiz

Tres hombres están desnudos, compartiendo las delicias de un sauna en un hotel Gaditano. De repente algo empieza a sonar.
El primer hombre, un ingeniero de la Universidad Politécnica de París, aprieta su antebrazo y el pitido se detiene. Los otros dos lo miran inquisitivamente. “Es mi localizador”, dice, tengo un microchip bajo la piel de mi brazo'.
Unos minutos después suena un teléfono. El segundo hombre, un licenciado de la Universidad de Harvard, extiende la palma de su mano hasta su oreja y empieza a hablar. Cuando ha terminado explica: “Es mi teléfono móvil”. Tengo un microchip en la mano.
El tercer hombre, un cachondo de Cádiz, sintiéndose definitivamente poco tecnológico, sale de la sauna. Pasados unos minutos vuelve con un pedazo de papel higiénico colgándole del culo.
Los otros dos, sorprendidos, abren exageradamente sus ojos y alzan las cejas.
“Estoy recibiendo un fax”. ¿Pasa algo pisha?...

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